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microUrbanas

PERFUME

PERFUME Desperté en la oscuridad. Apenas podía moverme. Entumecida, intenté levantarme, pero me dí con la cabeza en lo que, supuse, era el techo.
Extendí los brazos temerosa de lo que ya sospechaba. En efecto, aquella "habitación" no me permitía desdoblar del todo mis extremidades. Tampoco ponerme en pie, ni mucho menos tumbarme o estirar las piernas.

La fortuna de Josu había de traernos algo como esto tarde o temprano.

En la tiniebla del zulo rememoré aquella muestra de perfume: lo último que recuerdo. A la salida del centro comercial, aquellas mujeres perfectamente uniformadas me ofrecieron aspirar ese aroma. Debía de ser éter porque entre ese momento y el ahora de estas seis paredes, que percibo demasiado, no queda nada.

Desde el profundo dolor de mis rodillas intuyo que están pasando las horas, que pasarán los días. La irónica comparación con el último espacio que ocupé, el aparcamiento donde educadamente me abordaron, hace que aumente la desesperación.
El filo es cada vez más delgado.

Ya sólo rezo para no moverme porque cada soplo de aire que aspiro me hace daño.
Sólo esperar en un tiempo en el que cada segundo cae con el peso del mar sobre mis piernas, sobre cada músculo agarrotado.

1 comentario

Ana -

Soniiiiiiiii, me gusta tu post!! Es misterioso, siniestro y osssscuro!!!
diANAmita