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microUrbanas

A todos nos ha pasado

La siguiente historia es un poco larga, ya te lo aviso. La historia cuenta alguna de las millones de cosas que nos han pasado a todos cuando teníamos que llegar pronto a casa. Si tienes tiempo y optas por leerla, gracias.

CONTRARRELOJ

He de llegar a casa.
El tiempo corre en mi contra.
Mi padre siempre pone un limite
Parece que todo se opone a mi marcha.

El autobús llega más tarde, las distancias se incrementan, las cuestas son más pronunciadas y las piernas me pesan demasiado. Esta noche me he quedado un rato más hablando con mis amigos. Durante el rato que paso en el autobús, comienzo a fabricar la mejor excusa. Nunca se debe decir lo que has hecho siempre es mejor decir que ha sido por un trabajo de clase. Nada más pensarlo te vienen a la cabeza las posibles preguntas que harán: “¿De qué es el trabajo?” “¿Con quiénes estabas?”. Preguntas que siempre habrá que evitar, para que no te respondan con: “¿Te puedo ayudar?” “Pues a mengano no le conozco, ¿es un buen chaval?”.

Bajo del autobús, se abren ante mí un ramillete de posibles caminos para llegar a casa: el largo-tranquilo, el “peligrosillo” y el peligroso. Decido con una rapidez extrema y coartado por el reloj. El peligroso es el más rápido, atraviesa un parque poco alumbrado, esta lleno de borrachos y drogadictos que pasan la noche entre juerga y juerga.

A medida que me acerco al parque parece que me voy acercando a una emboscada. Poco a poco voy preparando mis oídos para detectar cualquier ruido extraño pero el corazón empieza a latir con demasiada fuerza. Los latidos interfieren en mi audición. Intento serenarme pero no debo, la aguja sigue andando. El camino del parque me lo conozco y sé que he de pasar obligatoriamente por delante de un grupo de borrachos. He de pasar mostrando seguridad, lanzando ademanes de tipo duro pero que va de retirada, a descansar a su casa. Llevo la mirada perdida, con un buen paso. No he de mirarles, saco pecho con naturalidad. Oigo risas. ¿Qué dicen? ¿Se ríen de mí? No puede ser. Tranquilo... y continúa andando. De forma milagrosa consigo pasar (quizás por mis dotes interpretativas, o porque les he dado pena).

Ya me acerco a casa sólo me quedan tres bloques para llegar a mi portal. El miedo previsible ya pasó, ahora me vienen las fantasías los recuerdos de viejas historias, hombres que salen de detrás de un portal, alguien que te sigue, pero... ¡Oh! ¿Qué oigo? ¿Son los latidos de mi cabeza que se hacen más fuertes? ¿Son mis latidos o mi zapato que tiene la suela suelta? Unos pasos me siguen. Los pasos son pesados se acercan más y más, la leyenda del hombre del saco es cierta y viene a por mí. Está bien lo prometo, esta es mi última vez, no volveré a llegar tarde. De pronto los pasos desaparecen y vuelvo a escuchar mi propio corazón. Sigo andando y de la tensión vivida me empiezan a flaquear las piernas y el reloj corre. Echo a correr. Más que correr hago un amago de que corro, la torpeza de mis piernas es notoria y me hacen caer. ¡Qué horror! Vaya caída más tonta. La carpeta ha caído al suelo la recojo... ¡Malditos perros!. No me importa que mi carpeta se haya manchado. La rodilla me duele pero ya veo la puerta, preparo la llave y entro.

Estoy en casa. Espero y espero al ascensor. Llego a mi planta y llamo al timbre. ¡Minuto y hora! Después de todo es una hora prudencial. Vuelvo a tocar el timbre. Jugueteo en la puerta con los dedos, marcando el ritmo de un precioso pasodoble. ¡Din! ¡Don!. Nada de nada. Opto por la llave, ¡qué extraño!. ¿Dónde estarán mis padres? ¿Habrán desaparecido? Siempre están en casa.

Abro la puerta y no se oye nada, todo está oscuras. Con mucho cuidado doy una vuelta a la casa. Por cada lugar que paso enciendo la luz y cierro la puerta. Acabo el registro y no hay nadie. ¡Mamá! ¡Papá! ¡He llegado! Silencio.

Llego a la nevera y leo: “Tienes la cena en el microondas. Nos hemos ido al cine, volveremos sobre las 12:30”. ¡Ah! ¡Qué bien! Pues si, ¿no?. Pues ya pase miedo, je, je. Bueno, que se le va a hacer. Nada más que... Pues eso, nada.

Hacer una "Perdida" cuesta Dinero

Hacer una "Perdida" cuesta Dinero

¡¡¡Escribo para avisaros que las llamadas perdidas a móviles cuestan 0´55 euros (90 de nuestras antiguas y queridas rubias)!!!

Había oído comentar que las operadoras de telefonía: movistar, airtel y amena iban a empezar a cobrar el intento de establecimiento de llamadas desde móviles, es decir, si llamas desde un movil a donde sea: otro móvil o fijo y cuelgas antes de que cojan el teléfono te cobran una tarifa vija por el uso de la línea.

Tristemente ayer, cuando me llegó la factura del móvil (no voy a decir qué compañía tengo), vi que sorprendentemente me habían cobrado 0´55 euros por cada llamada perdida. Automáticamente llamé a mi compañía y me ratificaron que desde el año 94 tienen publicado en el BOE su intención de cobrar ese tipo de servicio. Y que lo habían empezado a llevar a cabo hace unos días.

¿Has probado la Receta?

¿Has probado la Receta?

2 tazas de mantequilla
4 tazas de harina
2 cucharaditas de soda (club soda)
2 tazas de azúcar
3/4 kilos de virutas de chocolate
3 tazas de frutos secos triturados (al gusto)
2 tazas de azúcar moreno
1 cucharadita de sal
50 gramos de chocolate rallado
4 huevos
2 cucharaditas de levadura
2 cucharaditas de vainilla

Medir la avena y molerla hasta convertirla en polvo fino. Deshacer la mantequilla y mezclar con los 2 tipos de azúcar. Añádir los huevos y la vainilla, mezclar con la harina, la avena, la sal y la levadura. Añadir las virutas de chocolate, la tablita de chocolate y los frutos secos. Hacer bolitas y colocarlas separadas a 5 cm. en una bandeja de horno. Hornear durante 10 min. a 200 grados. Salen 112 galletas...

112 galletas y algo más fue lo que me costó aquella receta. Mi amigo Fermín y yo estábamos en una conocida pastelería de Pamplona. Íbamos a desayunar y pedimos un par de cafés con leche y las deliciosas galletitas que hacen famoso a este establecimiento (todos sabéis de qué hablo). Se aproximaba mi cumpleaños y decidí que sería una buena idea hacerles estas galletas a mis amigos, así que le pedí la receta a la camarera. Con un hostil gesto, me respondió que no. Sorprendentemente, al ofrecerle pagar por la receta, sonrió y asintió con la cabeza. Me dijo que me costaría dos cincuenta euros, y le respondí que me lo cobrara junto con el desayuno. Pagué con tarjeta.

Un mes después, llegó a mi casa el recibo del banco con los extractos de mi cuenta. Tuve suerte de estar sentada al abrir la carta. Mi cuenta estaba en números rojos, y todo por... las dichosas galletas. ¡¡Me habían cargado 250 euros!! Llamé al citado establecimiento, y con mucha grosería me respondieron que no se hacían responsables de lo que hubiera dicho la camarera y que una vez vista su receta magistral no podían devolverme mi dinero.

Mi enfado llegó hasta límites tales, que, como verán, me he propuesto hundir a esta empresa.

SIGAN DIFUNDIENDO LA RECETA. Gracias.

El Bosque de los Suicidios

El Bosque de los Suicidios

Cuenta la leyenda que hay un bosque en Sierra Morena famoso no sólo por lo frondoso y misterioso que es de día, sino por el alto número de suicidios que ocurren por la noche.
A un hombre de Andújar que tuvo que viajar una noche, le ocurrió una cosa increíble.

Iba en coche cuando notó que había algo en la carretera. Al acercarse vió que era una pareja tendida en el suelo. La chica no se movía, pero el chico estaba haciendo señales de auxilio.
El hombre se bajó del coche y les preguntó qué les ocurría. El joven le pidió que les llevara a un hospital. Cuando llegaron, explicó todo lo que había pasado mientras los enfermeros sacaban a los dos de su coche. El chico había perdido el conocimiento durante el trayecto al hospital.

El hombre tuvo que esperar un buen rato hasta que salió el médico.

"Doctor, ¿cómo están?"
"Siéntese...vamos a ver, según lo que nos explicó los encontró en el bosque, ¿verdad?"
"sí"
"¿Hace cuánto tiempo?"
"Hará como una hora o un poco más"
"Y dice que habló con el chico"
"Sí, la chica no estaba consciente, pero el chico me explicó lo que pasó"
"Es que...es muy extraño...Los he examinado y los dos están muertos por lo menos desde hace cinco horas"

2 Euros

2 Euros

Un nuevo día, una mañana más. Otras 24 horas para dar vueltas, cambiar de lugar una y otra vez.
El desarraigo es la señal de identidad de las que son como yo. De todos, pero sin dueño. Nunca comprometidas con nadie.
Mil dedos rozarán hoy mis curvas; por mil manos pasaré y pasaré hasta marearme, hasta no saber a quién pertenezco al llegar la noche.
Cien veces arrojada, otras cien en el suelo, recogida y vuelta a caer. Y de puro utilizada ya no siento el dolor.
Espero el día en que todo pare, en que todo acabe de una vez. Dejar de sentirme usada, sucia, corriente.

Pero hoy todo ha vuelto a empezar.

-¡Álvaro! ¿Has visto esto? ¡Pero si acaban de sacarlas del horno como quien dice!
-¿Cómo lo has hecho?
-¿Yo? Se me ha caido...
-¡Es verdad! ¡Lo oí en la tele! Es por el borde que hay entre las dos aleaciones.
-Habrá caido de plano.

Una terrible agonía

Era una mañana calurosa del mes de mayo. Jonh Hendrix y su esposa se disponían a hacer una excursión por el campo con sus dos hijos.

Mientras que ella estaba preparando los sandwiches oyó un grito de su marido. Cuando llegó a donde estaba se lo encontró con las manos en el pecho. Jonh Hendrix padecía del corazón y ya le habían dado algunos ataques, pero éste parecía ser mucho más fuerte. A los pocos instantes una ambulancia lo llevaba al hospital, pero Jonh dejaba de existir por el camino.

¿Estaba Jonh verdaderamente muerto?...NO!!

Su cerebro seguía vivo. Lo que le había ocurrido era un ataque de catalepsia. Él podía ver, oír..pero no se podía mover, no podía comunicarse. Sin embargo ¡lo oía todo! Oyó las palabras del enfermero, las de su mujer llorando... Jonh gritaba con todas sus fuerzas en su interior.

Al día siguiente fue su funeral: vió a su mujer, sus hijos, sus amigos llorando. Todos estaban tristes por él, por su muerte. Lo metieron en el féretro. Después todo fue oscuridad. Cerraron la tapa y sintió como transportaban el ataúd hacia lo que él creyó que era un coche fúnebre. Más tarde lo volvieron a sacar y notó cómo era bajado a una fosa. Él siguió gritando a pesar de que nadie le escuchaba.

Un escalofrío recorrió el cuerpo inerte de Jonh cuando percibió las paletadas de tierra que echaba el sepultero. Después ya no escuchó nada más. Entonces empezó a darse cuenta de que al fin podía moverse. Intentó hablar y lo consiguió. Ya había pasado el horrible ataque de catalepsia. Ahora lo importante era salir de allí. Golpeó con los puños y le dio patadas al féretro, pero todo fue en vano. Su corazón le latía fuertemente. Estaba agotado, pronto no le quedaría aire.

Empezó a golpear por un lado y notó como la madera se empezaba a resquebrajar. Quizá pudiera salvarse. En ese momento escuchó unos leves rasguños al otro lado de la caja. Cuando supo de qué se trataba un escalofrío sacudió todo su cuerpo y un grito lleno de horror salió de su garganta:

- ¡¡¡No, eso no, Dios.....nooooooo, LAS RATAS nooooooo!!!

Muerte en el Zoo

Una de las peores muertes de las que he oído hablar es la de un cuidador de zoo llamado Vicent. Era tan bueno en su trabajo que algunos de los animales del zoo solo querían ser cuidados por él. Era el caso del elefante Rudolf, valorado en 8000 euros.

Pues bien, el pobre Rudolf debía estar estreñido desde hacía más de una semana. Ni los laxantes, ni la alimentación especial que le daban hacían que el pesado animal descargase de vientre. Entonces a Vicent se le ocurrió darle una combinación de todo lo anterior en grandes dosis. Así pues el animal se zampó de una sola vez 22 laxantes, además de bayas, higos y ciruelas. Como resultado, Rudolf se sintió aliviado de golpe con tan mala suerte que a Vicent le sorprendieron las heces encima antes de que le diese tiempo a moverse.

El cuidador permaneció bajo los 150 kg de masa tóxica durante tres cuartos de hora, hasta que un visitante que pasaba por allí vio las piernas de Vicent semicubiertas, y fue en busca de ayuda. Pero para cuando lo sacaron era ya demasiado tarde. Vicent había muerto axfisiado.

La Niña y las Monedas de Oro

La Niña y las Monedas de Oro

Esta historia es muy conocida en Córdoba. Existe una antigua casa en el centro de la ciudad que se dice que está encantada. Cuentan que en ella, hace mucho tiempo vivía una familia acomodada que tenía una hija pequeña y varias criadas a su servicio.

Una noche, mientras todos dormían, la niña escuchó unos ruidos en el pasillo, abrió lentamente la puerta de su cuarto y vió a un niño de su edad levantando una de las losetas del suelo y metiendo unas monedas de oro en el hueco.

Cuando el niño se fue, se dirigió hacia el lugar, en ese mismo momento apareció una criada con una vela enorme, ella también lo había visto todo.

Decidieron no decir nada a nadie. Todas las noches se acercaban a la loseta, alumbradas por la vela la pequeña se metía en el hueco e iba sacando las monedas que guardaban en un saco. El tesoro parecía que no acababa.

Una noche la vela comenzó a parpadear, estaba a punto de apagarse, la criada le dijo a la niña que saliera, intentó agarrarla pero no pudo, ésta quería recoger las monedas que quedaban. De pronto la vela se apagó y la loseta se cerró delante de la criada dejando a la niña dentro.

La criada no dijo nada y los padres dieron a la niña por desaparecida. El tema se fue olvidando con el tiempo. Pero hoy en día, dentro de la casa, se siguen oyendo por las noches los gritos de auxilio de la pequeña. Incluso la policía ha acudido muchas veces, alertados por los vecinos, a la casa. Estos decían que se oían voces pidiendo ayuda, sin embargo lo único que siempre han encontrado es una vieja y consumida vela puesta justo en el centro de una loseta...

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